Han vuelto. Están por aquí otra vez. Me tienen cautivo en sus redes.
Me preguntaba en donde se esconden, por que senderos caminan, si vuelan por entre los cúmulos de nubes, si bucean en los charcos de agua.
Me respondía a mi mismo que ya no estaban, que habían caído en algún profundo pozo de petróleo, que me habían abandonado, pereciendo ellas y debilitándome los huesos, los músculos, los instantes.
Regresan. Regresan las musas y me rodean. Me acarician, y yo las imagino de cabellos largos, envueltas en finas sabanas blancas, suaves como la seda. Translucidas, ellas levitan por esta estancia que ya no es estancia, pues no puedo verla al no estar aquí.
Viajo tomándoles las manos. Cada yema de cada dedo las reconoce y las implora. Las necesito tanto como ellas me necesitan. Son mis sentimientos, mis alegrías y tristezas, mis lágrimas, mis pisadas, sin miramientos. Os ruego que no me dejéis de nuevo. Os deseo tanto que no puedo vivir sin vosotras.
Musas ¿Quiénes sois y donde habéis estado? Os he buscado sin cesar por tierra, aire y mar. Por mi lar. Dentro y fuera de mí. No me dejéis de nuevo. Ahora que os daba por pérdidas, volvéis a mí, como salidas de la nada, evocadoras de fantasías y placeres. Incorpóreas, efervescentes y furtivas.
Han vuelto. Están por aquí otra vez. Las tengo cautivas en mis redes. Son ellas. Son las musas. Mis musas.
Su pelo es como un suave cielo nublado de cirros resbaladizos que se mueve con gracia y elegancia. No en vano, tocarlo es similar a arrullar la bóveda celestial, pasando los dedos por entre sus rizos como si con las nubes a mi antojo pudiese jugar. Si, es ella, la misma que he nombrado una y otra vez por entre estas paginas, año tras año, día a día, silenciosamente, como si fuese un secreto constante y omitido al que solo mirar desde la lejanía me estaba permitido, deseándola con un anhelo tan poderoso como la mismísima fuerza de la gravedad. Esa gravedad de la que hablo, siempre atrayéndome hacía a ella, ahora me mantiene pegado a su cuerpo de sinuosos valles y bellas colinas. Ese anhelo al que me refiero, fruto maduro de forjar el largo paso del tiempo con una afluencia infinita de sonrisas, enmudecimientos y conversaciones. Ausencia de palabras que no pueden cumplir su cometido. Impotencia de un corazón que ha vibra...
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