Se torna gris tristeza, se vuelve verde esperanza. Asoma el Sol por el horizonte, se oculta detrás de nubes negras, que lloran sentimientos, que exhalan almas, que recogen emociones.
Esta historia no tiene final. No terminara con odio ni con amor ni con amistad. Del pasado viene, larga, vasta, compleja, pero en el futuro no finalizara. A veces, estuvo en la basura. A veces, cerca del cielo. A veces, templada.
Esta historia no tiene un final posible. Es un ciclo que nunca termina. Empieza, se desarrolla y acaba en donde vuelve a empezar. Crece lo mismo que decrece. Se alarga tanto como acorta. Tal vez, solo tal vez, pueda ser la distancia la que la detenga... sin distancia, el ciclo se iniciaría de nuevo.
Soy el constructor de dos historias en una sola, el que escucha las partes, el que calma la tempestad o lo intenta. Tengo la misma carga positiva que negativa. Llevo tanto tiempo aquí, entre dos titanes, que soy difícil de definir. He visto mares de lágrimas y no he naufragado. He contemplado reventar botes de pasión. He sentido calor y frío, alegría y tristeza, odio y amor, pero continúo aquí, entre la sabana y la manta.
Tirar y aflojar. Esta historia tiene dos partes, dos lados, dos polos, y ninguno es malo, o bueno. Sencillamente, ambos se atraen y repelen constantemente.
Si fuera un sueño, seria un sueño sin despertar. Si fuera un túnel, seria un túnel infinitesimal. Si fuera un corazón, seria un corazón roto y pegado mil veces.
¿Qué se puede hacer? Mejor quedarse inmóvil y apartar la impotencia. ¿Qué se puede decir? Mejor ser mudo y albergar paciencia. ¿Qué se puede sentir? Sentir que siento tanto por los dos extremos de la historia, que la sangre ya se me ha helado mil veces y en mil estaciones.
He contemplado tantas cosas: una chica morena que se ahogaba en un lejano campo; un chico con los pelos de punta que parecía un zombie al cruzar aquel parque; barreras de incomprensión; miradas de animadversión; gestos de desesperación … pero no fue todo malo, al contrario, siempre pude ver sentimientos más positivos que negativos: aquel altar, esos besos de pasión, los atardeceres con sus sonrisas, las copas con sus brisas, la música con la compañía de ambos …
Siempre he deseado lo mejor para los dos, pero ahora empiezo a comprender que no se que es lo mejor. Lo que me gustaría es no verlos sufrir nunca más. Ojala que esas sonrisas, ya sean juntas o separadas, vuelvan y se queden para siempre.
Este texto, por supuesto, se lo dedico a los dos, porque los quiero tanto y hace tanto tiempo, que hay días que confundo sus nombres. Ellos bien saben quienes son, y para cada uno, dejo un beso y un abrazo, y por supuesto, mi apoyo incondicional.
Su pelo es como un suave cielo nublado de cirros resbaladizos que se mueve con gracia y elegancia. No en vano, tocarlo es similar a arrullar la bóveda celestial, pasando los dedos por entre sus rizos como si con las nubes a mi antojo pudiese jugar. Si, es ella, la misma que he nombrado una y otra vez por entre estas paginas, año tras año, día a día, silenciosamente, como si fuese un secreto constante y omitido al que solo mirar desde la lejanía me estaba permitido, deseándola con un anhelo tan poderoso como la mismísima fuerza de la gravedad. Esa gravedad de la que hablo, siempre atrayéndome hacía a ella, ahora me mantiene pegado a su cuerpo de sinuosos valles y bellas colinas. Ese anhelo al que me refiero, fruto maduro de forjar el largo paso del tiempo con una afluencia infinita de sonrisas, enmudecimientos y conversaciones. Ausencia de palabras que no pueden cumplir su cometido. Impotencia de un corazón que ha vibra...
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