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DÍA 13: NIÑO Y ANCIANO (Un poema a la vida)



Veo un anciano en el metro
dentro del vagón
sentado en una esquina
acurrucado en su dolor.

Contaría más de ochenta
primaveras de vivencias:
parece consumido
arrugado, encorvado
secando sus mocos y babas
en un pañuelo usado.

Mientras tanto, al otro lado
un bebe llora y se lamenta
gritándole a la vida
que ha nacido sano;
el anciano lo contempla
desde sus ojos quebrados.

Entre parada y parada
entre traqueteos mundanos
el anciano parece ausente
cansado bajo sus caídos
parpados desvencijados.

Del carrito del niño
sobresale un biberón;
en el asiento del viejo
queda apoyada una muleta.

Los ojos del anciano
cuan profundos son
hundidos en las cuencas
por el tiempo y la experiencia.

Las manos del bebe
cuan diminutas son
pueriles de no usarse
sin tiempo ni vivencia.

Ni el anciano ni él bebe
tienen pelo en este tren:
la naturaleza al primero
ya se lo ha quitado
el tiempo al segundo
aun no se lo ha dado.

Enjuto anciano, cuéntame: 
¿Que llevas en esa caja
que se alza a tus pies?
¿Dónde vas a estas horas
solo y asustado?

Inocente bebe, escúchame:
cuando crezcas lo debido
aprovecha el tiempo
que te ha sido concedido.


Dispuesta a mi alrededor
mezclada en los sollozos
la gente se habla
se mira, se besa
pero nadie entiende
la magia del secreto:
blancos o morenos
gordos o delgados
altos o bajos
jóvenes o ancianos
todos formamos
la misma cosa o realidad
yendo y viniendo
del mismo lugar.

El vagón de la vida
continua su trayecto
hasta el siguiente anden:
él del anciano harapiento.

Naturaleza, sabia y cruel
que todo lo das
y todo lo quitas:
gracias por permitirme
subir a este tren.



"Dedicado a un anciano que parecía estar

pasándolo mal en el metro, sin saber bien 

en donde estaba o a donde iba, e ignorado

por todos los del vagón"

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