Es aquí, en la cintura. Tiene una curva que me embriaga. Mi mirada en ella se pierde, se disloca, como si se negase a aceptar la perfección de sus ángulos, la precisión de las líneas. Mi mano desea vehementemente acariciar esa curva. Encaja en ella tanto que parece haber sido tallada para sus dedos, y viceversa. La piel es tan suave que las yemas terminan mareándose. Todo da vueltas y más vueltas alrededor de dicha comba, como si cada parte de mi mismo, tangible o intangible, la orbitaran. Si fuera diminuto, me acostaría ahí, arropándome con la piel y balanceándome como si estuviese en una hamaca colgante de dulce miel.
Dunas. Su largo cuerpo está repleto de
ondulantes dunas que hacen del paisaje un territorio por el que subir y bajar
al ritmo de susurros provenientes de manantiales secretos, taciturnos, húmedos,
ardientes. Adoro perderme por sus laberinticos recovecos, cruzar puertas
ocultas recién halladas y pulsar enigmáticas palancas que me eleven al cielo o
arrastren al infierno, arda en llamas o haga un frio helador, me da igual, pues
con ella viajaría a cualquier lugar, sea un principio o el final. Todo, pero
con ella, porque a su lado me siento único.
Cuando me envuelvo en la serenidad de esa
sonrisa sentida.
Cuando aúllo a esa mirada, la emocional,
prolongándome la vida.
Cuando me dejo arrastrar por el caudal que forman sus palabras más extravagantes y enloquecidas.
Cuando sus manos se unen detrás de mi ancha espalda y me aprietan sus brazos para proporcionarme libertad compartida.
Cuando logro comprender que pierdo la noción
de las horas porque ella se ha convertido en mi tiempo.
Cuando sus peculiares andares son en mi
sendero luminosas y sonoras señales.
Cuando las armaduras caen destrozadas y el
miedo se esfuma adosado a esos fragmentos metálicos que lentamente se
descomponen.
Cuando no importa lo mas mínimo que la
habitación este en penumbras o los ojos entornados del todo, porque la química
es tan potente que todo su ser se proyecta en la mente.
Cuando sencillamente el resto se diluye mas
allá del horizonte porque ella ha llegado para dibujar esa línea que marca lo
que tiene o deja de tener sentido.
Cuando uno cree apasionadamente que pasa
todo el día soñando al sentir en la cara el delicado y suave tacto de un
plumaje aterciopelado.
Cuando los dedos pueden cabalgar a
horcajadas sobre sus cabellos.
Cuando ella es ese escalofrió que recorre
la espina dorsal entera.
Cuando los besos son abismales latidos que
lanzan la sangre al infinito.
Cuando, como y donde quiera que sea, pero
que sea contigo, con las manos formando un lazo y nuestra felicidad en el regazo.
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