Soñé que despertaba en una playa cuyo cielo estaba colmado de estrellas errantes que titilaban en un sinfín de destellos.
Era una playa sinuosa, con zonas blancas y desiertas que surgían de entre las dunas y la escasa vegetación presente.
Surcaban el firmamento de este planeta azafranado dos colosales lunas azuladas y acuosas que resplandecían con fulgor e iluminaban la oscuridad de mi camino.
Solitario, ensimismado, no podía dejar de alzar la mirada para contemplar este firmamento que se me antojaba como un sutil recuerdo en mi onírica memoria.
No en vano, era este sueño el resultado de la penumbra de tu cuerpo eclipsado en la superficie de mi vida; tu fugaz presencia hendiendo la coraza de mi conciencia; tu vehemencia domesticando a mi evanescencia fundida.
Anduve unos segundos, recorriendo varios metros hasta la orilla del apacible océano que parecía extenderse hacía el infinito de infinitos horizontes.
Traía el viento de la costa un leve aroma a perfume de mujer que colmaba cada recoveco con tu presencia.
Errantes parecían tenderse las estrellas como errante había yacido mi corazón entre mil corazones antes de que llegases a mi vida para darle el sentido preciso que ésta acuciaba.
Era tu blanca y sedosa piel la arena que rodeaba y acariciaba la desnudez de mis pies.
Eran las serpenteantes parábolas de tu exuberante cuerpo las curvas de las dunas por las que deambulaba cada vez más despierto.
Era la desnudez plateada de esta playa tan clara la blancura de tu piel en mí ya inscrita.
Eran tus lunares amontonados y dispersos mi obra barroca favorita.
Soñé entonces que comenzaba a flotar en la atmósfera hasta alcanzar la órbita de las dos majestuosas lunas azules.
De cerca, parecían aflorar de entre los dominantes tonos azules vetas de esmeraldas centelleantes que desprendían un verde cálido y acogedor, hipnotizante.
Fue así como soñé que me lanzaba en tus abisales pupilas para sumergirme en ellas. Deseaba bucear y sondear esta sima que se rasgaba ante mi hundiéndome más y más entre las paredes cristalinas de tus ojos para intentar comprender el porqué de la perfección de estas perlas cetrinas.
¿Qué secretos esconde tu mirada que parece iluminarme durante esta noche tan oscura y helada?
Soñé que viajaba hasta las profundidades de tu mirada y que montaba a horcajadas por tus calas más hechizadas. Tus labios dibujaban medias lunas crecientes y tu pelo rubio del cielo parecía caer ondulante.
Estaban
tus senos como montañas en el horizonte, y tus piernas oscilando en mi amanecer
palpitante.
¿De dónde sale tu delicada voz que parece, con distantes susurros en el aire, arrullarme en mi lecho hasta serenarme y adormecerme?
Soñé que podía seguir soñando contigo durante todas las noches, y al despertar, parecía continuar dormido, porque ya eras tan real como este amor henchido que por ti ha surgido.
De sueño en sueño aguardo a la realidad de verte, porque eres estrella, fugaz, pero fuerte y permanente.
Solo quiero con mis dedos desenvolverte, recorrerte, removerte, comprenderte, aprenderte, corresponderte.
Solo
quiero con mis manos sostenerte y por siempre quererte.
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