Extraviado, perdido, difuso en un mundo humano que pierde la cabeza a gran velocidad. Así me encuentro yo y así se encuentran muchas personas de mi entorno y de todos los entornos.
¿Qué nos espera de un sistema que nos ha convertido en lo que somos, pero que ahora nos rechaza? El pueblo, ignorado como nunca antes, se esta calentando lentamente. Como el agua en una olla para cocinar, se cuece y empieza a burbujear. ¿Cuánto aguantara dentro de dicha olla? Hay que reventar la superficie de metal y escapar del recipiente que nos tiene acongojados, furiosos, latentes.
Así me siento yo, incapacitado. ¿Cómo te sientes tú? Algo no va bien, o mejor dicho, nada va bien. Los grilletes ya aprietan demasiado. ¿Dónde esta la llave para abrirlos o la fuerza para romperlos? Sin esperanza nunca seremos libres, y eso es lo que pretenden algunos, fragmentar todas nuestras ilusiones y enterrarlas bajo tierra, pero no lo permitiremos. Estos pocos individuos que se deben al pueblo parecen no conocer la fuerza del mismo, el poder de la unión. Unión… precisamente, eso es lo que falta, que nos unamos en un solo ser inalterable al que no puedan tumbar o ni siquiera soplar.
Cuando acciones tan sencillas como ojear un periódico o ver el telediario se han convertido en el acto de mayor fuerza de voluntad posible. Querer ver la realidad actual de nuestro mundo social o natural va más allá del valor. No deseamos ver esa realidad, ni reconocerla, por eso no existe la unión necesaria para iniciar el movimiento que terminara con toda esta patraña que nos envuelve. Todavía estamos cómodos. Aun no hemos burbujeamos lo suficiente.
La sociedad huele a basura nauseabunda y la basura nauseabunda ha invadido vilmente al ente que le dio vida: la naturaleza. Sin naturaleza, no queda nada, porque, aunque se haya olvidado por completo, nosotros somos naturaleza y formamos parte de la tierra, pues de ella vinimos y, a fin de cuentas, a ella volveremos.
Ahora dime si estas desanimad@. Cuéntame donde se quedaron tus sueños, tus propósitos y tus objetivos. Igual, están esparcidos dispares por entre las sabanas, porque al despertar y ver que todo esta igual o peor en el mundo real, los sueños mueren o prefieren seguir perteneciendo al universo onírico. Se quedan en el lecho. No hay cabida para ellos en esta pesadilla que es la vida. Ni para los deseos. Ni para las sonrisas.
¿Y que más da darle la espalda a un mundo injusto que te da la espalda? Si algún día me ves por ahí y estoy mirando hacia arriba, te diré que miro al cielo, a la luna y a las estrellas, porque quiero alzar el vuelo y salir de este mundo que me esta pudriendo la piel poco a poco. Lo haré cantando una canción y sonriendo, porque todavía conservo una cosa que nada ni nadie podra robarme: mi esencia.
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