Día 1: Cuando el tren de aterrizaje se posó en el suelo, cerré el libro de "La carretera" y la voz del comandante anunció: "Señoras y señores, bienvenidos a Ámsterdam. Manténganse en sus asientos hasta que el avión se haya inmovilizado. Que tengan buena estancia. Gracias por volar con Iberia”.
Para entonces, Javi, en el lado de la ventana, ya se había despertado.
La emoción me invadía. Agarre la mochila y saque del compartimiento superior mi maleta para avanzar por el estrecho pasillo, flanqueado por líneas interminables de asientos. Javi me seguía.
El aeropuerto de Ámsterdam, Schiphol, nos esperaba como a los miles de pasajeros que llegaban del cielo. Era igual que cualquier otro aeropuerto: espacioso, pulcro, estridente y repleto de aparatos avanzados tecnológicamente.
Bajamos un par de plantas y compramos dos billetes para la Estación Central de Ámsterdam. En pocos minutos, javi y yo salimos del aeropuerto en un largo tren azulado que parecía ir a gran velocidad.
Por las ventanas pasaban fugaces las autovias y dejamos atrás muchos edificios industriales. Solo había que esperar sentados hasta llegar a nuestro destino.
Ámsterdam, la ciudad de las bicicletas y canales, de los gigantes rubios de ojos azules, de las fachadas renacentistas, de los museos, de los desayunos a 15 euros, del clima húmedo, de la mezcla de culturas, de las drogas y la prostitucion legales… Ámsterdam, la ciudad más libre del mundo, nos recibía en su inmensa Estación Central a las 15:45 de una tarde fría y lluviosa.
Todavía dentro de la estación y al bajar del tren, alcé la cabeza y contemple las enormes proporciones del Andén en donde tocamos tierra: muy elevado, el techo metálico y circular de estación lo envolvía todo y parecía quilométrico.
Inmediatamente después de salir comenzó a llover. No obstante, la emoción era tan grande que ni sentíamos las gotas de agua empapar nuestras caras. Observe a mi alrededor y pude distinguir incontables razas y formas de vestir, tantas como culturas diferentes. A mis oídos llegaban idiomas de todo el mundo. Las masas humanas recorrían la calle velozmente y nadie me miraba, pero yo lo miraba todo, memorizando cada detalle lo mejor posible.
Con el cuerpo repleto de adrenalina, caminamos hacia el sur, saltando charcos y esquivando bicicletas. A medida que avanzábamos, la grandeza de la estación central iba quedando al descubierto a nuestras espaldas. Me gire y vi su fachada por primera vez. Alta y larga, con mas de 300 metros de longitud y 30 de altura. Finalizada en 1889, ahora comprendía la importancia de este edificio, el centro neurológico de Ámsterdam y la estación más importante del país. Parecía que toda la ciudad estaba volcada en ella, como construida alrededor. La estación central, en mitad de la Bahía, resplandecía con poder propio, a pesar del cielo gris y la lluvia incesante.
Continuamos hacia el sur en busca del “hostal Globe Center” ...
"Fragmento del dia 1 de Amsterdam. Paginas 302-305 del diario 2009"



Para entonces, Javi, en el lado de la ventana, ya se había despertado.
La emoción me invadía. Agarre la mochila y saque del compartimiento superior mi maleta para avanzar por el estrecho pasillo, flanqueado por líneas interminables de asientos. Javi me seguía.
El aeropuerto de Ámsterdam, Schiphol, nos esperaba como a los miles de pasajeros que llegaban del cielo. Era igual que cualquier otro aeropuerto: espacioso, pulcro, estridente y repleto de aparatos avanzados tecnológicamente.
Bajamos un par de plantas y compramos dos billetes para la Estación Central de Ámsterdam. En pocos minutos, javi y yo salimos del aeropuerto en un largo tren azulado que parecía ir a gran velocidad.
Por las ventanas pasaban fugaces las autovias y dejamos atrás muchos edificios industriales. Solo había que esperar sentados hasta llegar a nuestro destino.
Ámsterdam, la ciudad de las bicicletas y canales, de los gigantes rubios de ojos azules, de las fachadas renacentistas, de los museos, de los desayunos a 15 euros, del clima húmedo, de la mezcla de culturas, de las drogas y la prostitucion legales… Ámsterdam, la ciudad más libre del mundo, nos recibía en su inmensa Estación Central a las 15:45 de una tarde fría y lluviosa.
Todavía dentro de la estación y al bajar del tren, alcé la cabeza y contemple las enormes proporciones del Andén en donde tocamos tierra: muy elevado, el techo metálico y circular de estación lo envolvía todo y parecía quilométrico.
Inmediatamente después de salir comenzó a llover. No obstante, la emoción era tan grande que ni sentíamos las gotas de agua empapar nuestras caras. Observe a mi alrededor y pude distinguir incontables razas y formas de vestir, tantas como culturas diferentes. A mis oídos llegaban idiomas de todo el mundo. Las masas humanas recorrían la calle velozmente y nadie me miraba, pero yo lo miraba todo, memorizando cada detalle lo mejor posible.
Con el cuerpo repleto de adrenalina, caminamos hacia el sur, saltando charcos y esquivando bicicletas. A medida que avanzábamos, la grandeza de la estación central iba quedando al descubierto a nuestras espaldas. Me gire y vi su fachada por primera vez. Alta y larga, con mas de 300 metros de longitud y 30 de altura. Finalizada en 1889, ahora comprendía la importancia de este edificio, el centro neurológico de Ámsterdam y la estación más importante del país. Parecía que toda la ciudad estaba volcada en ella, como construida alrededor. La estación central, en mitad de la Bahía, resplandecía con poder propio, a pesar del cielo gris y la lluvia incesante.
Continuamos hacia el sur en busca del “hostal Globe Center” ...
"Fragmento del dia 1 de Amsterdam. Paginas 302-305 del diario 2009"
Comentarios
I love your photo from the Central Station in Amsterdam very much. I like to use it for as the cover for a book i'm publishing in the Netherlands. It's a book about hotspots in Amsterdam. Can you help me with that and send a EPS? Offcourse i will publish your name and website.
http://www.flickr.com/photos/sordojr/4089908543/
I hope to hear from you.
Best regards,
Martijn Meyer
info@martijnmeyer.com