EN CONSTRUCCIÓN, PERDONEN LAS MOLESTIAS Mmmmhhhh. ¡Que bien huele! El aroma a lavanda de sus suaves ropajes aterciopelados me embriaga hasta erizar el bello de cada centímetro de mi piel. Las contemplo fijamente, como si esta fuese mi última visión celestial al hacerme presa una ceguera total durante el siguiente fulminante parpadeo final. Sus cabellos, largos o cortos, son morenos, pelirrojos, rubios o azabache. Algunas caminan. Otras parecen flotar en el aire, levitando, como si la fuerza de la gravedad no afectara a sus livianos cuerpos. Literalmente, las hay que nadan por el aire. Me susurran al oído. Me mecen entre sus brazos. Han vuelto. Están por aquí otra vez. Me tienen cautivo en sus redes. Me preguntaba en donde se esconden, por que senderos caminan, si vuelan por entre los cúmulos de nubes, si bucean en los charcos de agua. Me respondía a mi mismo que ya no estaban, que habían caído en algún profundo pozo de petróleo, que me habían abandonado, pereciendo ell...